Advertencia: ambos personajes son producto de mi imaginación, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
1
El
hombre se miró en el espejo del ropero y contempló la esbeltez
desfigurada en su cuerpo sietemesino – pensó: “este cuerpo va bien”. De
pronto tuvo una idea increíble y ensimismado en su estupidez corrió
hacia el espejo del cuarto de baño, se miró, y, una especie de mueca
a modo de sonrisa iluminó su rostro hipócrita. Sin pensárselo dos veces
buscó unas tijeras y recortó su espeso bigote negro y después de varios
retoques certificó una agradable mejoría – “Ahora, mi rostro también va
bien”, parecía más autoconvercerse que afirmar – hizo un movimiento
circunflejo de cejas y vociferó ” ¡coño, más fea es la hija fea del
Rey!” – celebró su perspicacia, aquella que le había llevado a
Presidente del Gobierno e instintivamente se persignó para exculpar su
pecaminoso lenguaje; gesto maquinal que tantas veces había tenido que
hacer para consolidarse en su hipocresía. Una vez se hubo enjuagado la
cara corrió hacia el comedor, golpeándose, debido a la euforia, con el
bidé en la uña del dedo del pie izquierdo – “ ¡Me cago en la mismísima
puta! “ exclamó, la mano, volvió a dibujar una mueca religiosa en el
rostro.
2
Anita, tengo algo que
decirte, algo maravilloso que ha ocurrido mientras me contemplaba en el
espejo. – acababan de trasegar unos buenos chuletones de Ávila
(sobrantes de una de las numerosas demostraciones de la magnificiencia
de la ternera patria, por parte de su inefable ministro Cañete), momento
que esperaba aprovechar, como de postre, para comunicar a su esposa su
feliz ocurrencia, cuando observó un trozo de nervadura enganchado a los
colmillos de su amada, lo cual le exasperó. – “ ¡Coño, quítate ese
pedazo de carne de tu boquita de piñones, hija! “ a la vez que
maquinalmente su mano volvía a hacer la señal de la cruz.
-
¡Podrías ser mas delicado, Semari¡ ¿Qué es eso que tienes que decirme? –
preguntó mientras despejaba, miraba y engullía el rebelde nervio
guarecido en su acerado colmillo.
- ¿No notas nada? Fíjate en mi
bigote. ¡Ahora somos de centro! y movía, más parecía un orangután, el
labio superior para mostrar su facistoide apéndice.
- No me jodas
Semari – éste volvió a persignarse (esta vez la pecadora había sido su
dulce Ana), ¡No me digas que la ideología de tu política se reduce a un
cambio de imagen plasmado en un recorte de tu bigote!
- ¿Te parece
poco, muñeca? Pero no, no es solo eso, observa a un político que ha
avanzado en sus ideales: España va bien – Tres veces repitió el eslogan
que le había hecho ganar con mayoría absoluta las últimas elecciones,
motivo que hacíale sentirse orgulloso, pues, no sólo había que valorar
las muchas horas de trabajo que había necesitado un equipo de expertos,
asesorado con fondos públicos y capitaneado por él mismo hasta
encontrarlo, sino también la madurez que, pensaba, había alcanzado el
demócrata pueblo español, al mostrarle su apoyo. Cada repetición iba
acompañada de un saltito en el sillón, alzando la palma de su mano
derecha y estirando el cuello, lo cual hacía sobresalir su varonil
mentón, viva estampa del anterior dictador.